Un viaje de orden…

El orden no es una secuencia, es una obediencia que fluye de tu naturaleza divina.

El privilegio de vivir una vida completa en Cristo.

“Para los que tuvieron la fortuna de tener una vida que no fue cortada, esa vida tiene el potencial de ser un viaje de orden.”

La Escritura dice: “Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.” (Salmo 139:16)

La vida no es una secuencia aleatoria de eventos, sino un diseño anticipado por Dios. Cada día no vivido es una página no leída del libro divino.

El viaje de orden no es automático: es una respuesta humana al diseño eterno. Llegar a la vejez no garantiza propósito, pero sí lo posibilita.

 

El viaje de orden: Tropiezos, victorias y unidad en Cristo

“El viaje de orden tiene tropiezos y victorias. Y sin duda alguna el viaje de orden hace del ser humano uno en Cristo.”

La Escritura dice: “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien…” (Romanos 8:28)

Tropiezos no interrumpen el orden divino, lo revelan. Las victorias no son trofeos personales, son testimonios del avance del Reino.

El orden no es solo cronológico, es cristológico: cada etapa nos conforma más a la imagen del Hijo (Romanos 8:29).

 

El orden por etapas: Obras preparadas de antemano

“Ser lo que debiste en cada etapa de la vida. Poder decir que hiciste las obras que fueron preparadas de antemano…”

La Escritura dice: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:10)

Cada etapa tiene una obra asignada:

  – Infancia: crecer en gracia y verdad (Lucas 2:40)

  – Juventud: prepararse, trabajar, vencer pasiones (1 Timoteo 4:12)

  – Adultez: casarse, formar descendencia, edificar legado divino (Génesis 1:28)

  – Vejez: enseñar sabiduría, transferir visión (Salmo 71:18)

  – Muerte: partir en paz, dejando huella eterna (2 Timoteo 4:7-8)

 

No todos viven todas las etapas, pero todos pueden vivir la esencia del orden divino: obediencia, propósito y amor.

 

Esterilidad en la tierra no lo es necesariamente en el Reino.

La Escritura dice: “Regocíjate, oh estéril, tú que no dabas a luz; levanta canción y da voces de júbilo, tú que nunca estuviste de parto; porque más son los hijos de la desamparada que los de la casada, ha dicho Jehová” (Isaías 54:1).

…Quien vive en el Reino, jamás quedará estéril…

 

El regalo del orden: libertad y responsabilidad

“Eres libre de elegir una vida sin orden, es tu responsabilidad hacer buen uso o no de este maravilloso regalo…”

La Escritura dice: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos… he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida…” (Deuteronomio 30:19)

El orden no se impone, se elige. El caos también tiene su recompensa: confusión, pérdida, anonimato.

El orden es un regalo que se activa con discernimiento, obediencia y visión eterna.

 

El final del viaje: Ser conocido por el Deseado

“Deseo con todo mi corazón que cuando llegues ante el amado, ante el deseado de todas las naciones, Él te diga: te conozco…”

La Escritura dice: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor… Y entonces les declararé: Nunca os conocí…” (Mateo 7:22-23)

El viaje de orden culmina en ser reconocido por el Rey. No basta con haber vivido, hay que haber sido fiel.

El Deseado de todas las naciones (Hageo 2:7) no busca multitudes, busca rostros conocidos, vidas ordenadas, obras cumplidas.

El orden no es una secuencia, es una obediencia. No es una rutina, es una revelación. No es una agenda humana, es una arquitectura divina. El que vive en orden, vive en Cristo. Y el que vive en Cristo, será conocido por Él.

Bendiciones a todos…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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