Sistema Inmunológico:
Serie: Entendiendo el Cuerpo de Cristo
El cuerpo humano es una maravilla de diseño. Dentro de él, el sistema inmunológico actúa como un ejército invisible que protege contra amenazas externas. Cuando está fuerte, resiste virus, bacterias y cualquier agente dañino. Pero cuando se debilita, lo que antes era un simple resfriado puede transformarse en una enfermedad grave.
Esta realidad médica nos ofrece una poderosa metáfora para comprender la vida espiritual de la iglesia, el cuerpo de Cristo. Así como el organismo necesita defensas activas, la comunidad de fe necesita comunión viva para mantenerse sana. Cuando esa comunión se rompe, sobreviene una inmunodeficiencia espiritual que abre la puerta a divisiones, doctrinas falsas y ataques del enemigo. Sin embargo, la esperanza permanece: el cuerpo puede recuperar sus defensas, y la iglesia puede restaurar su comunión para volver a ser fuerte en el Señor.
La depresión del sistema inmunológico espiritual
En medicina, un sistema inmunológico deprimido significa que el cuerpo no responde adecuadamente a las amenazas. Lo que antes era leve se convierte en peligro. En la iglesia, ocurre lo mismo cuando la comunión se debilita. Pablo lo advirtió con claridad: “Si mordéis y os devoráis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros” (Gálatas 5:15). La ruptura de la comunión genera un ambiente donde los miembros dejan de protegerse mutuamente y comienzan a atacarse.
En ese estado, la crítica reemplaza la exhortación, el aislamiento sustituye la unidad, el ego desplaza el servicio y la indiferencia enfría el amor. Una iglesia sin comunión es como un cuerpo inmunodeprimido: cualquier virus de división puede destruirla. Y si la iglesia está llamada a prevalecer, debe aprender a sobreponerse a los ataques de cualquier índole, fortaleciendo sus defensas espirituales.
Causas de la inmunodeficiencia espiritual
El cuerpo humano se debilita por falta de descanso, mala alimentación o exceso de estrés. De manera semejante, la iglesia puede sufrir inmunodeficiencia espiritual por varias causas:
– Falta de alimento espiritual: cuando la Palabra no se enseña ni se digiere, el cuerpo pierde nutrientes esenciales. Jesús lo declaró: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).
– Falta de descanso en Dios: el estrés espiritual, la ansiedad y la ausencia de oración desgastan las defensas. Cristo invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
– Aislamiento de los miembros: cuando los creyentes dejan de congregarse, el cuerpo pierde coordinación y fuerza. Hebreos 10:25 exhorta: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre…”
– Conflictos no resueltos: la falta de perdón actúa como una infección crónica que debilita todo el organismo. Colosenses 3:13 ordena: “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro”.
La falta de Palabra, oración, comunión y perdón son virus que deprimen las defensas del cuerpo de Cristo. Cuando estos factores se acumulan, la iglesia pierde su capacidad de resistir y se convierte en presa fácil de cualquier ataque.
Jesús advirtió en Mateo 24:12: “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará”. La inmunodeficiencia espiritual abre la puerta a doctrinas falsas, divisiones y enfriamiento del amor. Una doctrina falsa es toda enseñanza que desvía o paraliza a la iglesia del cumplimiento del propósito divino. Surge entonces una pregunta crucial: ¿cómo puede la iglesia discernir si está desviada o paralizada si no conoce ese propósito? La respuesta está en volver a las fuentes: la Palabra, la oración, la comunión y el perdón.
Restaurando el sistema inmunológico espiritual
La buena noticia es que el sistema inmunológico puede recuperarse. El cuerpo humano se fortalece con buena alimentación, descanso y ejercicio. De manera semejante, la iglesia puede restaurar su comunión y recuperar sus defensas espirituales mediante cuatro prácticas esenciales:
– Alimentarse de la Palabra: regresar a la enseñanza profunda que confronta los deseos del alma no redimida. Romanos 10:17 recuerda: “La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”.
– Orar juntos: la oración colectiva activa las defensas espirituales. Hechos 1:14 describe: “Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego”.
– Restaurar la comunión: volver a congregarse, compartir, exhortarse y servir. Hechos 2:42 señala: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”.
– Practicar el perdón: sanar las heridas internas para que el cuerpo recupere su salud. Efesios 4:32 exhorta: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó en Cristo”.
La Palabra, la oración, la comunión y el perdón son la terapia que restaura las defensas del cuerpo de Cristo. Cuando estas disciplinas se practican con fidelidad, la iglesia recupera su fuerza y se convierte en un organismo sano, capaz de resistir cualquier ataque.
La comunión es nuestro sistema inmunológico. Restaurémosla, fortalezcámosla y vivamos como un cuerpo sano en Cristo. Solo así podremos resistir las doctrinas falsas, superar las divisiones y mantener vivo el amor. La iglesia está llamada a prevalecer, y para hacerlo necesita defensas espirituales activas.
Bendiciones a todos…
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