¿Viste alguna vez como metrónomos que comienzan su baile de forma desordenada, terminan balanceándose al unísono, en perfecta armonía?
Esto no es casualidad, todo responde a un diseño, solamente debemos ser quienes realmente somos y dejar a un lado lo que el mundo a deformado en nosotros.
“Existe una voz, una vibración universal que sustenta y dirige todas las cosas, y esa es la voz de Dios, Su Palabra”
El creador hizo todo conforme a su propósito, en consecuencia todo va a responder de una u otra forma a su designio, hasta que todo marche en sincronía perfecta.
La sincronización es la respuesta final del orden natural o diseño de cómo fueron creadas todas las cosas. Es el último resultado del artífice de la creación, nuestro Dios.
Cuando comenzamos en el desorden o deformación individual, vamos a generar más desorden, seguramente vamos a vivir cosas desagradables, pero al pasar el tiempo, la conexión y la interacción pueden llevarnos a un estado de unidad y propósito común, siempre y cuando cedamos en nuestra voluntad deformada por el mundo. En el contexto de la fe, esto puede aplicarse a la forma en que los creyentes, aunque diversos, son llamados a operar en armonía dentro de un cuerpo.
El concepto más claro en las Escrituras que refleja la sincronización es la enseñanza sobre el Cuerpo de Cristo. Aunque cada miembro es diferente (como péndulos de distintas formas y tamaños), están intrínsecamente conectados y llamados a funcionar en unidad bajo una misma cabeza.
Romanos 12:4-5 dice: «Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los miembros tienen la misma función, así también nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.»
Tenemos una conexión natural con la sincronización. Aquí vemos la idea de la diversidad (muchos miembros) que, a través de la conexión y la interdependencia («miembros los unos de los otros»), forman una unidad funcional («un solo cuerpo»). Las «pequeñas vibraciones» que se transmiten entre los péndulos son las interacciones y el servicio mutuo entre los creyentes que nos llevan a un propósito común.
1 Corintios 12:12-20:ñ dice: «Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Pues tampoco el cuerpo es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo.»
Este pasaje profundiza en cómo la diversidad de funciones (diferentes «péndulos» con sus propias oscilaciones iniciales) es vital para el funcionamiento del todo. La «sincronización» no significa que todos hagan exactamente lo mismo, sino que sus movimientos individuales se armonizan para el bien común del cuerpo, guiados por el Espíritu Santo, que actúa como el «acoplamiento» invisible.
La «sincronización» del cuerpo de Cristo ocurre cuando los Reyes y sacerdotes se someten a un principio o una guía espiritual común, lo que lleva a la armonía en sus vidas.
Filipenses 2:2-3 dice: «Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo.»
Este versículo llama a la unidad de pensamiento y acción («sintiendo lo mismo», «unánimes»). La humildad, la mansedumbre y el amor (vibraciones, voz divina) son los factores de «acoplamiento» que permiten que los creyentes, a pesar de sus diferencias, lleguen a una «sincronía» de propósito y actitud.
Este enseñanza de la sincronización espontánea en el ámbito espiritual nos recuerda que la unidad no es solo un ideal, sino una realidad presente cuando hay una conexión genuina a través del Espíritu, la fe y el amor; una interacción constante entre los individuos, llevándolos a operar en armonía y para un propósito divino común, que supera el desorden inicial.
Para entrar más rápido en armonía, debemos introducirnos necesariamente en el molde de Cristo, esto nos hará oír la voz y responder a ella. Sin embargo, muchos no están dispuestos a entrar en el molde, debido a que esto implica perder la deformidad que han hecho de ellos mismos a través del orgullo y el egoísmo, por la conformidad de Dios que nos transforma al diseño original.
Que difícil es ceder nuestra voluntad a la justicia de Dios, pero que maravilloso es cuando empezamos a transitar ese camino de entrega.
Como árboles de justicia, nuestra primera misión es dar, y en este caso es dar nuestra voluntad; para que sea desecha por el poder de Dios, y apropiarnos de la voluntad de Dios haciéndola nuestra. Nos convertiremos en verdaderos edificadores del propósito divino hasta que todos los enemigos de Jesucristo estén debajo de sus pies, Amén.