Jesús dijo: “Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! Que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!” Mateo 16:2-3
Somos eruditos del cielo y ciegos del Reino. Vemos cómo las hormigas se esconden antes de la lluvia, cómo los animales huyen de Yellowstone, cómo los terremotos sacuden las islas cícladas. Y decimos: “¡Ahí está! ¡La profecía se cumple!” Pero ¿qué profecía? ¿La que Cristo ya cumplió? ¿O la que inventamos hace 200 años?
Nos hemos vuelto eruditos del desastre, pero ignorantes del cumplimiento. Nos fascina la idea de un futuro apocalíptico, pero despreciamos el poder del pasado consumado. Preferimos el espectáculo a la cruz, el miedo al evangelio, la especulación a la resurrección.
Jesús no dejó espacio para dudas: “La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás.” Mateo 16:4
¿Qué fue esa señal? La resurrección. Así como Jonás salió del vientre del pez al tercer día, Cristo salió del sepulcro. Esa fue la señal definitiva. No hay otra. No hay necesidad de templos reconstruidos, ni de vacas rojas, ni de anticristos teatrales. La tumba vacía lo dijo todo.
Pero no nos basta. Queremos más. Queremos fuego, sangre, guerras, bestias. Queremos lo que Hollywood nos enseñó a esperar. Y así, despreciamos la señal que ya fue dada. Como los fariseos, pedimos milagros cuando el milagro ya ocurrió.
Jesús profetizó la destrucción del templo, la dispersión de Israel, el juicio sobre Jerusalén. Y todo se cumplió en el año 70 d.C., cuando Roma arrasó la ciudad santa.
“No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.” Mateo 24:2
Pero no lo aceptamos. Preferimos pensar que aún está por venir. ¿Por qué? Porque si el juicio ya vino, entonces estamos en la era del Reino establecido y ¿qué juicio vino?, no el de los nuevos cielos y nueva tierra, sino el de la Jerusalén del primer siglo. Y eso nos exige responsabilidad en los tiempos. Nos exige ser iglesia, no espectadores. Nos exige ser luz, no profetas del miedo.
La profecía fue sellada. Cristo la cumplió. El templo fue destruido. El sacrificio fue reemplazado por la cruz. El Reino fue inaugurado. Pero seguimos esperando lo que ya llegó.
Esto es una irónica locura, el Mesías había llegado y no le recibieron. Y a nosotros el Reino nos ha llegado, ¿y no lo extenderemos?.
Si el hombre quiere construir un tercer templo, que lo haga. Si quiere sacrificar vacas rojas, que lo haga. Si quiere sentar a un falso mesías en un trono dorado, que lo haga. Pero no confundamos el espectáculo humano con el cumplimiento divino.
“El Altísimo no habita en templos hechos de mano.” Hechos 7:48
El verdadero templo es la iglesia. El sacrificio ya fue hecho. El trono ya está ocupado. Cristo reina. No en Jerusalén, sino en los cielos. No en un edificio, sino en los corazones.
Desde hace 200 años, doctrinas como el arrebatamiento secreto, la gran tribulación futura y las dispensaciones han nublado nuestra visión. John Nelson Darby y sus seguidores pusieron gríngolas en nuestros ojos. Nos enseñaron a mirar al futuro con miedo, en vez de mirar al pasado con gratitud.
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.” Juan 5:39
Pero no escudriñamos. Repetimos. Citamos sin contexto. Construimos castillos de arena sobre interpretaciones modernas. Y así, ignoramos el testimonio de Cristo.
La tierra no está esperando un juicio futuro. Está esperando una iglesia despierta. Cristo dejó todo consumado. Nos dio autoridad. Nos dio misión. Nos dio Espíritu. Pero preferimos esperar que Él lo haga todo otra vez.
“Consumado es.” Juan 19:30
Esa frase no fue poética. Fue legal. Fue profética. Fue definitiva. El pacto fue sellado. La profecía fue cumplida. El Reino fue inaugurado. ¿Qué más esperamos?
Cuando el rey Darío quiso saber la verdad, mandó a revisar los archivos. Encontró el edicto de Ciro que autorizaba la reconstrucción del templo. No se conformó con rumores. Investigó. Escudriñó. Confirmó.
“Entonces el rey Darío mandó buscar en la casa de los archivos…” Esdras 6:1
Hoy necesitamos esa actitud. No podemos seguir repitiendo lo que nos enseñaron sin verificarlo. Debemos volver a las Escrituras. Debemos revisar los edictos del Rey. Debemos confirmar lo que ya fue dicho.
Discernir no es adivinar. No es especular. Es ver con ojos abiertos. Es entender el contexto. Es reconocer el cumplimiento. Es dejar de buscar señales y empezar a vivir como señal.
“Vosotros sois la luz del mundo.” Mateo 5:14
La iglesia no está aquí para mirar al cielo esperando fuego. Está aquí para ser fuego. Para ser luz. Para ser sal. Para ser Reino.
Terremotos, volcanes, guerras… todo eso puede sacudir la tierra. Pero el Reino no tiembla. El Reino permanece. El Reino avanza. El reino no depende de señales, sino de obediencia.
“Recibamos un reino inconmovible.” Hebreos 12:28
¿Lo hemos recibido? ¿O seguimos esperando que venga? Si lo hemos recibido, vivámoslo. Si no lo hemos recibido, despertemos.
Si estalla la tercera guerra mundial, que estalle. Si viene una cuarta con flechas, que venga. Pero la guerra que importa es la del corazón. Es la batalla cultural por la verdad. Es la lucha contra la ignorancia selectiva. Es el combate contra la ceguera espiritual.
“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.” 2 Corintios 10:4
Destruyamos fortalezas de error. Derribemos doctrinas de miedo. Edifiquemos sobre la roca del cumplimiento.
Este mensaje no es para entretener. Es para despertar. Es para confrontar. Es para transformar. No podemos seguir siendo eruditos del desastre y los necios del Reino. No podemos seguir esperando lo que ya vino. No podemos seguir adorando doctrinas en vez de al Cristo resucitado.
Iglesia, deja de ver higueras fantasmas en el presente y entiende que la higuera que se secó fue la Jerusalén del primer siglo, esa fue la única higuera a la que se refería nuestro Señor en Mateo 21:18-22.
“Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo.” Efesios 5:14
Despierta, iglesia. Despierta, corazón. Despierta, entendimiento. La señal ya fue dada. El Reino ya está aquí. La profecía ya se cumplió. Ahora, vive como si lo creyeras.
Sal de tu lecho, produce tus frutos, da de comer y sana las naciones…