Hay cosas que se oyen bonito, pero no se entienden bien. Hay enseñanzas que se repiten tanto que pierden su filo. Y hay parábolas que se usan para todo, aunque no fueron dadas para eso. Una de ellas es la del sembrador.
Jesús dijo: “Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.” (Lucas 8:15)
Muchos han tomado esta parábola para hablar de dinero. Para decir que si das dinero a un ministerio, estás sembrando en buena tierra. Pero Jesús no estaba hablando de dinero. Estaba hablando de la palabra. De cómo entra en el corazón. De cómo transforma. De cómo da fruto. De cómo el Reino se manifiesta en los que perseveran.
La semilla es la palabra de Dios. Lo dice claramente en Lucas 8:11: “Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.” No es dinero. No es ofrenda. No es inversión. Es palabra viva. Palabra que entra. Palabra que rompe. Palabra que germina.
Entonces, ¿por qué muchos enseñan que sembrar dinero es sembrar semilla? ¿Por qué se usa una parábola espiritual para justificar una práctica económica? ¿Por qué se mezcla lo eterno con lo temporal?
No es que dar dinero sea malo. Al contrario. La Biblia dice: “El que siembra generosamente, generosamente también segará.” (2 Corintios 9:6) Y también dice: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.” (2 Corintios 9:7)
Dar es parte del Reino. Sembrar recursos es parte del amor. Sostener ministerios con necesidad es justo, es bíblico, es correcto. Pero no debemos confundir eso con la parábola del sembrador. Porque si lo hacemos, corremos el riesgo de manipular. De usar la nobleza de la palabra para pedir dinero. De convertir la enseñanza en negocio.
Jesús nunca pidió dinero usando parábolas. Nunca dijo: “Si me das, recibirás.” Nunca usó la necesidad como excusa para obtener recursos. Él enseñó a dar por amor. A dar por fe. A dar por obediencia. A dar porque el Reino se sostiene con corazones generosos, no con estrategias humanas.
Entonces, ¿cuándo es correcto sembrar dinero? Cuando hay necesidad real. Cuando el ministerio está dando fruto, pero necesita sostén. Cuando el lugar donde se forman árboles de justicia está seco y necesita agua. Cuando el que enseña lo hace con rectitud, pero carece de recursos. Ahí sí. Ahí es justo. Ahí es Reino.
La Biblia dice: “El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye.” (Gálatas 6:6) Eso no es manipulación. Eso es honra. Eso es justicia. Eso es reconocer que el que da palabra merece ser sostenido.
Y también dice: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” (Gálatas 6:7) Aquí sí se habla de sembrar. Pero no de sembrar dinero como semilla mágica. Se habla de sembrar vida. De sembrar justicia. De sembrar en el Espíritu.
Porque el versículo siguiente dice: “El que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.” (Gálatas 6:8) ¿Ves la diferencia? No es sembrar para obtener. Es sembrar para manifestar. Es sembrar para que el Reino se extienda.
Entonces, si vas a dar dinero, que sea como fruto, no como semilla. Que sea como respuesta, no como estrategia. Que sea como acto de amor, no como fórmula de prosperidad.
Porque el Reino no se compra. El Reino se vive. El Reino se sostiene con corazones generosos, no con bolsillos manipulados.
Y si ves que un ministerio tiene necesidad, si ves que está dando fruto, si ves que está formando vidas, si ves que está sembrando palabra, entonces sí: da. Sostén. Apoya. Pero no porque te prometan multiplicación. No porque te digan que es buena tierra. Sino porque tú discerniste que hay necesidad. Porque tú viste que hay fruto. Porque tú sabes que ese lugar está edificando el Reino.
La Biblia dice: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.” (Lucas 6:38) Aquí sí hay promesa. Pero no es una promesa de negocio. Es una promesa de justicia. De reciprocidad. De Reino.
Y también dice: “El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.” (Proverbios 11:25) Eso es Reino. Eso es dar para que otros vivan. Eso es sembrar para que otros florezcan.
Entonces, no confundas. No mezcles. No uses la parábola del sembrador para hablar de dinero. Usa los versículos que sí hablan de dar. De sostener. De compartir. De edificar. Porque eso sí es bíblico. Eso sí es justo. Eso sí es Reino.
Y si tú eres buena tierra, entonces recibe la palabra. Reténla. Persevera. Da fruto. Y cuando tengas fruto, comparte. Da. Sostén. Multiplica. Porque el árbol no necesita semilla, pero sí puede dar semilla en sus frutos.
Y si tú eres árbol, entonces da fruto que tenga semilla. Fruto que alimente. Fruto que edifique. Fruto que sostenga a otros.
Porque el Reino no es solo recibir. Es dar. Es compartir. Es sostener. Es edificar. Es manifestar.
Así que hoy, decide. ¿Vas a sembrar por emoción, o por discernimiento? ¿Vas a dar por manipulación, o por justicia? ¿Vas a usar la palabra como excusa, o como guía?
La buena tierra está esperando palabra. Los ministerios con necesidad están esperando sostén. Y tú estás llamado a discernir. A dar con sabiduría. A sembrar con propósito.
Porque el que da, recibirá. No para acumular. Sino para seguir dando. Para que el Reino no se detenga. Para que la palabra siga corriendo. Para que la vida siga germinando.
Y tú, ¿qué vas a hacer con lo que tienes?
Bendiciones…