RUT: Prototipo De La Iglesia

Su testimonio nos deja sin excusas. Es hora de asumir nuestro papel de esposa y honrar El Pacto en la Sangre del Cordero...

No se enseña a volar, se despierta

     Las aves no aprenden a volar por imitación. No hay escuela de vuelo. Lo hacen porque fueron diseñadas para elevarse. Su cuerpo, sus huesos huecos, sus plumas, su orientación magnética… todo grita: “fuiste hecha para volar”. Así también ocurre con los hijos de Dios. No necesitan más instrucciones, necesitan activación. Rut no fue instruida, fue despertada. No tenía Biblia, ni promesa, ni cobertura espiritual, ni bautismo, ni Dios, hasta su esposo murió y no le dejo descendencia. Pero tenía algo que muchos ignoran hasta el día de hoy y que todos también poseemos: un diseño codificado por Dios que solo necesitaba un pacto para encenderse.

Este escrito no busca darte más información. Busca perforarte. Busca que el entorno, la palabra y la crisis despierten lo que ya está sembrado en ti. Porque si Rut, una moabita sin respaldo, pudo encarnar el Reino, tú no tienes excusas.

El propósito del pacto: unir diseño y destino

El pacto divino no es una emoción, es una ejecución. Es el mecanismo legal que une lo que fue predestinado en la eternidad con lo que debe manifestarse en el tiempo. Es el disparador que activa el diseño dormido. Génesis 1:28 nos recuerda que fuimos diseñados para fructificar, multiplicar, llenar la tierra, sojuzgar y señorear. No es una sugerencia, es un mandato.

Rut no conocía este mandato, pero lo encarnó. Su pacto al contraer matrimonio con el hijo de Noemí no fue sentimental, fue territorial en cuerpo y espíritu. Ella no dolo acompañó, se unió a todo lo que su esposo representaba. Y al hacerlo, activó su diseño celestial.

“Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios” (Rut 1:16).

Eso no es fidelidad o lealtad humana. Es activación genética espiritual. No te confundas.

Dios no crea incompetentes. Cada ser humano fue dotado con capacidades que lo hacen apto para manifestar el Reino. Estas capacidades están en ti, no necesitas que te las enseñen, necesitas despiertarlas.

La primera es el compromiso. El hombre fue diseñado para asumir responsabilidad con perseverancia. Esta capacidad lo conecta con el mandato de labrar y cuidar. Pero cuando se desconecta del propósito eterno, el compromiso se convierte en rutina, en esclavitud religiosa o laboral. Se vuelve fiel a sistemas muertos, no al diseño divino.

La segunda es la inteligencia creativa. No solo razona, sino que imagina soluciones, diseña herramientas, transforma entornos. Esta creatividad es clave para fructificar y multiplicar. Pero cuando se corrompe, se convierte en astucia para el engaño, manipulación ideológica, invención de sistemas corruptos.

La tercera es la capacidad de trabajo. El hombre fue diseñado para labrar, no para evadir. El trabajo no es castigo, sino expresión de gobierno. Pero cuando se corrompe, se convierte en activismo sin fruto, productividad sin propósito, agotamiento sin legado.

La cuarta es la gobernabilidad interna. Antes de señorear afuera, debe gobernarse a sí mismo. Esta capacidad de dominio propio es esencial para cuidar sin negligencia. Pero cuando se corrompe, se desvirtúa en tiranía personal, represión emocional o caos interior.

La quinta es la comunicación estratégica. El hombre puede nombrar, declarar, enseñar, movilizar. La palabra es semilla, herramienta y espada. Pero cuando se corrompe, se convierte en manipulación, propaganda, mentira o silencio cómplice.

La sexta es el discernimiento. Es la capacidad para distinguir lo útil de lo dañino, lo fértil de lo estéril. Es vital para proteger la semilla y evitar la contaminación espiritual. Pero cuando se corrompe, se convierte en juicio superficial, en crítica sin restauración.

La séptima es el instinto de conservación y protección. El hombre tiene un impulso innato de preservar lo valioso. Pero cuando se corrompe, se convierte en miedo al cambio, apego a estructuras muertas o idolatría de lo conocido.

La octava es la capacidad de multiplicación. No solo física, sino generacional, espiritual, intelectual. El hombre puede reproducir modelos, valores, estructuras. Pero cuando se corrompe, se reduce a reproducción biológica sin formación, a expansión sin fundamento, sin guía verdadera.

La novena es la capacidad de construcción. El hombre puede edificar, establecer, consolidar. Pero cuando se corrompe, edifica para sí mismo, para su nombre, para su comodidad. Las torres de Babel reemplazan los altares del Reino.qje sirven al prójimo.

La décima es la pasión por lo trascendente. El hombre tiene hambre de eternidad, de propósito superior. Pero cuando se corrompe, se convierte en escapismo religioso, en fanatismo sin fruto, en espiritualidad desconectada de la tierra.

Cada una de estas capacidades está en ti. No necesitas que te las enseñen. Necesitas que se te despierten. Rut no fue entrenada en ninguna de ellas, pero las activó todas al pactar con el diseño de Dios.

Al pactar (matrimonio ) con el hijo de Nohemí, se unió con todo su ser a su marido, a la familia, al pueblo y al Dios de él.

Una simple Moabita se unió al Eterno al disparar el potencial de un pacto que une destinos.

¿Cómo se activa el diseño?

Muchos hombres de Dios no fueron activados por comodidad, sino por choque.

Primero, la confrontación con el vacío: Moisés fue despojado de su identidad egipcia y encontró a Dios en una zarza. Pablo fue derribado por la luz y su estructura religiosa colapsó. Cuando el hombre ya no puede sostener su narrativa, Dios le revela la suya.

Segundo, la palabra que perfora: Samuel fue activado por una voz que lo llamó por nombre. Elías salió de la cueva por una palabra.

Tercero, el territorio que exige: Nehemías lloró por Jerusalén. Ester arriesgó su vida por su pueblo. El territorio no es paisaje, es llamado profético.

Y Cuarto, la crisis que revela. José fue activado en la cárcel. David en la persecución. La crisis no destruye, revela estructura espiritual.

Y Rut: Dios no le hablo, no tuvo ninguna experiencia sobrenatural, pero activo el mayor poder junto al amor en el Reino, la unidad, y todo a través del pacto matrimonial.

El modelo de activación por pacto

Rut no fue fiel a personas. Despertó al diseño que se activó cuando pactó con todo lo que su esposo representaba.

“Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada” (Rut 1:17).

Eso no es emoción. Es convicción. Es pacto en su más pura esencia.

Rut no tenía promesa, pero tenía diseño. No tenía cobertura, pero tenía genética espiritual. Y al pactar a plenitud, activó su naturaleza divina. Se insertó en la genealogía del Mesías. Porque cuando el diseño se dispara, el entorno se somete.

¿Y tú?

Jesús dijo: “El Reino de Dios está dentro de vosotros” (Lucas 17:21).

No lo busques afuera. Manifiéstalo. No esperes que Dios te hable como a Moisés. Él ya te codificó como a Rut. No necesitas más enseñanzas. Necesitas activarte. Necesitas Pacto, y en Cristo ya lo tienes.

La obediencia no es esfuerzo. Es respuesta al diseño para aprender el amor. El ave no pregunta si puede volar. Lo hace. Porque fue diseñada para eso. Tú no necesitas aprobación. Necesitas manifestar gobierno. Porque el que fue codificado para volar, no negocia con el suelo.

Conclusión: El pacto como disparador del diseño

Cada hijo de Dios lleva impreso un código de Reino. Ese código no se activa por emoción, sino por pacto. Rut no fue modelo de lealtad humana. Fue prototipo de activación genética espiritual. Y tú también lo eres.

No sigas por necesidad. Fusiónate por diseño. No obedezcas por miedo. Injértate por convicción. Porque cuando el diseño se activa, el Reino se manifiesta. Y cuando el Reino se manifiesta, la tierra se transforma. Cristo hizo su parte, activa tu la tuya.

“Y el Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser… sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23).

Bendiciones a todos…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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