¡Que se produzca según su género!

Lo quieras o no vas a producir porque respondes a una ley. Ahora bien, mira que estás produciendo...

     Hay una batalla que muchos no saben que están peleando. No es entre religiones ni ideologías…

Es más sutil. Y sin embargo más despiadada.

Es una guerra entre la naturaleza del espíritu que gobierna tus pensamientos y el propósito eterno que fuiste diseñado para encarnar.

La mayoría de la gente vive como si sus decisiones fueran neutras. Como si sus pensamientos fueran simples productos del razonamiento humano. Pero lo que no saben… lo que nadie les ha dicho con suficiente claridad… es que cada pensamiento tiene un padre espiritual.

Y esa paternidad define tu destino.

Las Escrituras no juegan con esto. Desde el principio, hay una ley espiritual que grita como un eco que resuena en cada criatura viviente:

Y dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su especie…” Génesis 1:24

Es la Ley de producir según  su género y esto responde  primeramente a lo que no se ve.

“TODO ESPÍRITU SE REPRODUCE SEGÚN SU GÉNERO»

Recordemos que lo que no se ve, sujeta y manifiesta lo que se ve.

Y tú… tú eres el fruto de lo que has permitido que ocurra según tus pensamientos que no se ven.

Cada idea que te guía, cada plan que te motiva, revela a qué espíritu le diste derecho legal sobre tu mente.

Imagina que tu mente es un jardín.

Cada día llegan semillas. Algunas son pequeñas preocupaciones. Otras son grandes visiones.

Pero ninguna semilla viene sola. Cada una trae consigo el espíritu que la sembró.

Si permites que el Espíritu de Vida te siembre con fe, propósito y verdad… verás crecer árboles cuya sombra traerá paz.

Pero si permites que el espíritu de muerte siembre ansiedad, codicia o religiosidad hueca… ese jardín se llenará de maleza disfrazada de ambición.

Tú decides qué semillas permites plantar en tu huerto. Y el fruto te lo recordará y cobrará.

Jesucristo lo explicó con su vida:

Mi comida es hacer la voluntad del que me envió.” Juan 4:34

Su alimento no era el pan del mundo, era el plan del Reino.

Esa fue su semilla, su pacto, su alimento. Y por eso no vivía dividido. Por eso estaba lleno del Espíritu.

¿Has visto alguna vez a un manzano dar mangos? ¿O una higuera producir uvas?

La respuesta es obvia. La naturaleza del árbol determina el fruto. Y así también, el espíritu que gobierna tu mente determinará las conductas que brotan de tu vida. Esto no es solo sabiduría práctica. Es espíritu que se encarnada.

Porque los que viven conforme a la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu.” Romanos 8:5

Cada pensamiento te está diciendo algo sobre su origen espiritual.

El temor constante, la autosuficiencia, la crítica religiosa, el afán por el reconocimiento…

No nacen en el Espíritu de Vida. Son la evidencia del pacto con otro espíritu. La Escritura lo llama carne, mundo, tinieblas, incluso Satanás.

Y no son simples símbolos, son planes mentales activos que buscan tomar control de tu forma de pensar.

El dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos…” 2 Corintios 4:4

Hay un diseño de vida que te promete éxito sin rendición, salud sin propósito y poder sin obediencia.

Pero ese diseño es un fraude espiritual. Su semilla no tiene ADN celestial. Su fruto no tiene vida eterna. El Espíritu No Se Oculta, Se Reproduce.

Cuando Jesús hablaba, su tono no era neutro. Él no ofrecía opciones religiosas. Él anunciaba un Reino con una sola agenda: la del Padre.

Y por eso sus palabras eran profecía.

No porque predijeran el futuro, sino porque expresaban el plan del Espíritu que lo llenaba.

Porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere…” Juan 16:13

Así vive el que está lleno del Espíritu.

No se limita a tener “experiencias espirituales”.

Su vida entera se vuelve una extensión de la profecía divina.

Camina como quien ha sido sellado por el pacto. Piensa como el Rey. Habla como Rey. Siente como el Reino.

Rechaza las estrategias del mundo con convicción, no por moralismo, sino porque permanece enfocado en el propósito divino.

¿Cómo saber si estás caminando en el espíritu equivocado?

No es cuestión de emociones ni de rituales. Es cuestión de diseño.

¿Tus decisiones nacen del miedo o del pacto? ¿Tu rutina revela ambición egoísta o rendición genuina? ¿Tu ministerio está formado por la expectativa del hombre o por el mandato del cielo?

Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.” Gálatas 5:16

Pablo no está hablando de represión emocional. Está hablando de arquitectura espiritual.

Te está diciendo: alinearte con el Espíritu es construir tu vida sobre Su diseño.

Es desechar por completo cualquier pensamiento que no haya sido sembrado por el Espíritu de Vida.

Y ese es el único camino donde los frutos no se pudren.

La carne produce ansiedad, miedo, orgullo, religiosidad y tradiciones que castran el verdadero mover espiritual.

El Espíritu produce amor, paz, gozo, paciencia… no como emociones, sino como estructuras mentales y conductuales que reflejan el corazón del Creador.

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz…” Gálatas 5:22

La mayoría ha pensado en el Edén como un cuento lejano. Un jardín perdido. Una memoria mitológica que solo sirve como referencia espiritual.

Pero Edén no es sólo historia. Es un diseño vigente. Una mentalidad activa.

Un Reino establecido que se está expresarse nuevamente, no en lugares, sino en personas. Y éstas personas son las que transforman el mundo.

Tú no fuiste creado para sobrevivir bajo sistemas falsificados.

Fuiste diseñado para encarnar un Reino invisible, donde la Ley del Espíritu de Vida no solo te guía…

¡Te gobierna!

Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” Romanos 8:2

Esta no es una metáfora poética. Es una realidad legal y espiritual.

La cultura del mundo busca que formes parte de su economía emocional, sus lógicas de éxito, sus pactos de autoafirmación.

Pero el Reino te llama a otra economía: La del Espíritu. Donde todo pensamiento, deseo y meta se rinden al diseño eterno.

Muchos han hecho del evangelio una declaración sentimental. Pero la visión del Reino no es una emoción ni una doctrina. Es un juramento espiritual.

Ser lleno del Espíritu no es tener momentos de éxtasis. Es vivir cada día bajo la misma motivación que movía a Jesús :

He aquí que vengo… para hacer, oh Dios, tu voluntad.” Hebreos 10:9

La voluntad del Padre fue su obsesión. Su pacto. Su alimento.

Y ese nivel de entrega es lo único que transforma verdaderamente una vida.

Toda otra forma de “cristianismo” se vuelve ritual sin Reino.

Movimiento sin gobierno. Reunión sin transformación. Porque no hay comunión entre el Espíritu de Vida y el espíritu del mundo. No hay punto medio. No hay terreno neutral.

Cada pensamiento revela a qué gobierno estás sometido.

Amado, esto ya no es una invitación. Es una confrontación.

No se trata de añadir el Espíritu como una mejora espiritual.

Se trata de renunciar al sistema de pensamiento del mundo, con toda su lógica contaminada, con todas sus promesas huecas.

Y abrazar el Reino como el único ecosistema legítimo para tus pensamientos, emociones, decisiones y vocación.

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento…” Romanos 12:2

No te conformes a una cultura muerta que premia la ambición, la false dependencia y descarta el pacto.

No te acomodes a rutinas religiosas que perpetúan la división entre lo espiritual y lo cotidiano.

Haz del plan del Espíritu tu juramento personal.

Camina cada día como quien tiene autoridad para servir al prójimo.

Vive como quien ya ha decidido qué espíritu va a gobernar su mente, su casa y su propósito.

No digas que crees. Que se note. Que se reproduzca. Que se vea en tus decisiones y en tus frutos. Porque todo espíritu se reproduce según su especie.

Y hoy, el Espíritu de Vida no está buscando miembros… Está buscando hijos que carguen y levanten el propósito divino en Cristo.

No emociones… no porque sean malas, sino porque mientras no se sujeten al espíritu son de tropiezo. Y si a la honra del nuevo pacto.

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