En un barrio humilde, vivía Don Elías, un mecánico de buen corazón. Tenía herramientas, espacio, y conocimiento, pero pasaba los días esperando que alguien viniera a pedirle ayuda. Decía: “Cuando Dios quiera, me usará”. Pero los años pasaban, y su taller se llenaba de polvo. Los jóvenes del barrio se perdían en la calle, y las familias sufrían por falta de empleo.
Un día, su sobrino le preguntó:
—Tío, ¿por qué no enseñas a los muchachos a reparar motos?
—Porque nadie me lo ha pedido —respondió Elías.
—¿Y si Dios está esperando que tú tomes la iniciativa?
Ese día, algo se encendió en su corazón. Don Elías limpió el taller, llamó a los jóvenes, y comenzó a enseñar. En seis meses, el barrio tenía una red de mecánicos, familias con ingresos, y jóvenes con propósito. Todo comenzó con una decisión: dejar de esperar y empezar a actuar.
El que espera eternamente, entierra su propósito lentamente.
¿Qué es la iniciativa?
La iniciativa es el impulso interno que nos lleva a actuar sin que nadie nos lo ordene. Es el reflejo de una conciencia despierta, de un corazón que entiende su responsabilidad. En el Reino de Dios, la iniciativa no es rebeldía, es obediencia anticipada. Es ver una necesidad y responder antes de que nos lo pidan.
La iniciativa es como abrir una puerta que nadie más se atreve a tocar. Es ese impulso que nace cuando ves algo que falta, y en vez de señalarlo, decides construirlo. No es arrogancia, es obediencia anticipada. Es actuar antes de que te lo pidan, porque sabes que el propósito no espera.
Imagina a una mujer que ve que su vecina está enferma y sola. Nadie le ha dicho que debe ayudar, pero ella prepara una sopa, la lleva, y se sienta a escucharla. Esa acción, pequeña pero poderosa, es iniciativa. No esperó que la iglesia organizara una visita. No pidió permiso. Vio la necesidad y respondió.
“Y pasando Jesús, vio a un hombre llamado Mateo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó, y le siguió.” Mateo 9:9
Jesús no esperó que Mateo lo buscara. Tomó la iniciativa. Y Mateo respondió con la suya: se levantó y lo siguió.
La iniciativa no se aprende en los sermones, se revela ante la necesidad del prójimo…
El sistema del mundo ha hecho un trabajo preciso y silencioso: ha robado la iniciativa del pueblo de Dios. ¿Cómo?
– Con religiosidad que enseña a esperar todo de Dios sin actuar.
– Con estructuras que premian la obediencia pasiva.
– Con miedo disfrazado de prudencia.
– Con una cultura que dice: “No te metas, no es tu problema”, Pero disfrazada de: “El tiempo de Dios es perfecto”.
El enemigo no siempre te ataca de frente; a veces te duerme por dentro.
Cuando el Cuerpo de Cristo pierde la iniciativa, se convierte en un espectador. Mira el dolor, la injusticia, la ignorancia… y espera que alguien más haga algo.
“Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” —Lucas 2:49
A los 12 años, Jesús ya tenía iniciativa. No pidió permiso para obedecer su llamado.
Imagina que cada creyente tiene una chispa. Esa chispa puede encender fuego, iluminar caminos, calentar corazones. Pero si no se sopla, si no se alimenta, se apaga.
La iniciativa es el soplo. Es lo que transforma la chispa en llama.
“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti…” 2 Timoteo 1:6
Pablo no le dice a Timoteo: “Espera que Dios lo avive”. Le dice: “Hazlo tú”.
El fuego que no se aviva, no se apaga por falta de poder, sino por falta de iniciativa.
Saúl era rey, pero siempre esperaba instrucciones. Temía equivocarse, y por eso no actuaba.
David, en cambio, tenía iniciativa. Cuando vio al gigante, no esperó que lo enviaran. Se ofreció. Tomó cinco piedras y salió al campo.
No es cuestión de actual a lo loco, es cuestión de estar conectado con el propósito en nuestro diario vivir.
“¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?” 1 Samuel 17:26
David no solo vio el problema. Lo asumió como suyo.
El que ve gigantes y espera órdenes, nunca sabrá lo que es derribarlos.
¿Qué pasa cuando recuperamos la iniciativa?
Cuando el pueblo de Dios recupera la iniciativa:
– Se activan dones dormidos.
– Se multiplican las oportunidades para las soluciones a los problemas.
– Se rompe la dependencia de estructuras religiosas, y se aprende a vivir en dependencia del Reino y su Rey.
– Se despierta el propósito original.
“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.” —Isaías 60:1
No dice “espera que te levanten”. Dice “levántate tú”, y ese resplandecer es tu iniciativa.
Ejemplos sencillos de iniciativa:
– Una madre que decide enseñar valores a sus hijos, aunque nadie se lo haya exigido.
– Un joven que limpia una plaza abandonada sin esperar que la alcaldía lo haga.
– Un maestro que crea materiales nuevos para que sus alumnos entiendan mejor.
– Un rey y sacerdote que visita a un enfermo sin que lo manden.
La iniciativa no necesita permiso, solo propósito.
¿Cómo despertar la iniciativa?
1. Reconoce que tienes algo que dar. Dios no te creó para ser espectador.
2. Rompe el miedo al error. La iniciativa no es perfección, es movimiento.
3. Ora, pero también actúa. La oración sin acción es contemplación sin transformación. Es un forma muy especializada de hipocresía.
4. Rodéate de gente que se mueve. Si la pasividad es contagiosa, la iniciativa también.
5. Haz algo pequeño hoy. La iniciativa se entrena con pasos sencillos.
“Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas…” Eclesiastés 9:10
Si estás en comunión con el propósito, esas fuerzas van en la dirección correcta, y cuando tus fuerzas se terminen, no te preocupes, que Dios respaldará con la suya.
Jesús no vino a formar espectadores. Vino a encender llamas. A despertar propósitos. A activar corazones.
La cruz no fue una reacción. Fue una iniciativa divina. El Reino no avanza por espera, sino por movimiento.
El Reino no se hereda por contemplación, sino por participación.”
5 Frases que activarán tu iniciativa:
1. El que espera que lo llamen, nunca entenderá que ya fue enviado.
2. La fe sin iniciativa es como una semilla guardada: tiene vida, pero no fruto.
3. Dios no usa a los perfectos, usa a los que se mueven.
4. La pasividad espiritual es el disfraz más elegante de la incredulidad.
5. Si no tomas la iniciativa, alguien más decidirá tu propósito por ti.
Bendiciones a todos…