Hay veces que un Padre le habla duro a su hijo para que reaccione…
Dios no busca gente perfecta. Busca gente dispuesta a ser quemada por su verdad. Porque donde el fuego de Dios entra, no queda religiosidad, solo vida nueva.
Muchos creen que Dios quiere que lo entiendas. No, Dios quiere que lo creas. Porque la fe empieza donde termina tu lógica, y el Reino comienza donde se rinde tu orgullo.
En este mundo, nos enseñaron a esconder nuestras grietas. Pero el Reino nos enseña que las grietas revelan dónde ha entrado la luz. “Mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). ¿Por qué sigues disfrazando lo que Dios quiere exhibir como trofeo?
El evangelio del Reino no es una puerta cerrada. Es una piedra que Dios quita para que los muertos puedan salir caminando. No se trata de cambiar de religión, se trata de resucitar. En el Reino no hay lugar para las religiones, solo un Rey y su Reino.
Jesús no vino a reparar lo que estaba roto. Vino a sepultar lo viejo y traer lo eterno. Por eso está escrito: “Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segúndo” (Hebreos 8:7). El Reino no arregla tu vida, la restituye a la condición original del corazón de Dios..
Hay quienes usan versículos como escudos. Pero Jesús los usó como espadas. No para herir, sino para cortar cadenas y atravesar pensamientos. Por eso dijo: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). ¿Qué verdades sigues esquivando para no quedar libre?…
¿Porqué quieres huir de la tierra, cuando has sido llamado a extender el Reino en ella?
Si Dios siempre te está diciendo lo que ya sabes, quizás no estás escuchando su voz, sino tu eco, tu auto justificación, usando versículos sacados con pinza para darte tú mismo la razón. El Reino no confirma tu zona cómoda, la sacude. “No vine a traer paz, sino espada” (Mateo 10:34). ¿Y tú, qué haces con esa espada?
No todos los que hablan de Jesús, hablan con Jesús. Hay quienes predican lo que aprendieron en libros, pero nunca lo vivieron en desiertos divinos, ya que los únicos desiertos que conocen son en los que ellos mismos se metieron. Porque el Reino no se aprende, se atraviesa. “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto” (Mateo 4:1). No es un castigo. Es el proceso de purificación que saca a relucir la nobleza.
La religión te dice empodérate, pórtate bien. El Reino te dice: muere al yo, y deja que Cristo viva en ti. “Ya no vivo yo, sino Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20). ¿Quién dirige tus pasos? ¿Tu voluntad? o ¿Tu vida?
Muchos creen que arrepentirse es llorar. Pero en el Reino, arrepentirse es cambiar de camino, de forma de pensar. “Arrepentíos, porque el Reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Si no hay giro, no hay Reino.
Algunos quieren que Dios los bendiga donde están. Pero el Reino te llama a moverte, a cruzar, a dejar. Abraham no fue bendecido en su tierra. Fue bendecido cuando obedeció. “Sal de tu tierra y de tu parentela” (Génesis 12:1). ¿Y tú, qué no estás soltando?
Los Hebreos de este tiempo son los que cruzan del sistema del mundo al diseño del Reino, como aquel que salió de Ur rumbo a Canaán
Jesús puso condiciones para amar y para seguirlo. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo” (Mateo 16:24). El Reino es para todos, pero no entra cualquiera. Solo los que mueren antes de llegar.
La gracia no es un permiso para quedarte como estás. Es un poder para convertirte en lo que Dios pensó. “Por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Corintios 15:10). La gracia no maquilla pecados. Los mata.
No temas cuando Dios rompa tus planes. Teme cuando los permite. Porque lo que tú planeaste puede alejarte de lo que Él soñó. “Sus pensamientos son más altos que los tuyos” (Isaías 55:9). ¿Estás viviendo sus sueños o tus cálculos?
El Reino es como una semilla. No impresiona al principio, pero crece y transforma al final. “El Reino de Dios es como una semilla de mostaza” (Mateo 13:31). ¿Y tú, estás sembrando o solo soñando?
El evangelio no es una historia que escuchas. Es una voz que te quiebra por dentro. Porque el Reino no solo golpea la puerta, la atraviesa. “Yo estoy a la puerta y llamo” (Apocalipsis 3:20). No te invita a pensar. Te invita a morir para que vivas eternamente.
Jesús no vino a ser seguido. Vino a que lo encarnaras, ser su cuerpo. Seguir sin encarnar es religión. Imitar sin morir es teatro. “Sed imitadores de mí, como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). El Reino no busca aplausos. Busca cruces que se blanden como espadas cada día.
Dios no necesita tu talento. Necesita tu rendición. Porque sin quebranto, el don se vuelve arrogancia. “Él da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5). ¿Ya se quebró lo que en ti brillaba más que Él?
El Reino no pide que lo entiendas. Pide que te rompas. Porque los corazones duros no caben en una cruz de madera. “El que no nace de nuevo, no puede ver el Reino” (Juan 3:3). ¿Naciste de iglesia o naciste de Espíritu?
Muchos quieren que Dios les hable. Pero no quieren aprender a rugir. Si no lo oyes, quizás no estás callado, solo mal entretenido.
Jesús amó tanto que confrontó. Confrontó tanto que lo crucificaron. Porque el amor del Reino no acaricia lo cómodo. Golpea lo que mata al alma. “No se conformen a este siglo, sino transformaos” (Romanos 12:2). ¿Y tú, cuánto amas?
La cruz no fue el final. Fue el inicio. Porque donde el mundo ve derrota, el Reino ve victoria. “Consumado es” (Juan 19:30). ¿Qué necesitas crucificar para que algo nuevo empiece?
La iglesia tradicional ve derrota, ve a un mundo de mal en peor. La iglesia de Reino ve victoria. Y se responsabiliza de extender esa victoria por toda la tierra.
El evangelio no viene a hacerte sentir bien. Viene a hacerte nuevo. Porque Jesús no sanó síntomas. Sanó las enfermedades desde sus raíces. Y el Reino no perdona para que sigas igual, sino para que no puedas volver atrás.
Si tu vida no incomoda a nadie, quizás no estás caminando en luz. Porque el Reino no se camufla. Irradia. Irrita las tinieblas. “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14). ¿Qué oscuridad está cómoda cerca de ti?
Dios no usa lo que tú presentas. Usa lo que tú escondes. “Él escoge lo débil para avergonzar lo fuerte” (1 Corintios 1:27). Lo que tú enterraste, Dios quiere resucitar. ¿Lo dejarás desenterrar?
No importa cuántas veces fallaste. Lo que importa es cuántas veces volviste a escuchar su voz. Porque el Reino no cuenta caídas, cuenta rendiciones. “Siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse” (Proverbios 24:16). ¿Y tú, sigues contando caídas o te levantaste a vivir?.
Bendiciones…