Dar por naturaleza

Cuando comprendamos nuestra naturaleza, empezaremos a dar por amor; no por ley o por conveniencia. La ley limita, la gracia extiende..

     ¿Puede alguien pagarse a sí mismo? Por supuesto que no, no puede darse lo que ya tiene. Eso significa que si la obra es de Cristo y nosotros somos su cuerpo, como afirma la Escritura, entonces las obras que hagamos para Él no pueden ser objeto de pago. Sin embargo, esto no significa que dejemos de hacerlas; al contrario, nuestra recompensa ya la disfrutamos y es el hecho mismo de estar en Cristo.

¿Significa esto que quienes sirven en la obra deben padecer porque no les corresponde paga? De ninguna manera. Así como un padre cuida de sus hijos, Dios vela por quienes trabajan en su propósito. Y al ser nosotros uno con Cristo, y Cristo uno con el Padre, también nosotros, somos uno con el Padre, adoptados como hijos suyos para recibir lo que Él tiene para nosotros.

La recompensa por servir en la obra de Dios no se limita a lo espiritual. Como herederos, también participamos de la provisión natural que el Padre otorga. ¿Por qué? Porque lo que no se ve sustenta lo que se ve. Por lo tanto, la paga de quienes trabajan en la obra incluye tanto la herencia espiritual como su reflejo natural.

El versículo de 1Corintios 9:11 nos recuerda que: “Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material?

El responsable de la obra es el que la mantiene, y Cristo nos hizo partícipes de Su obra, y así mismo sus coherederos. Somos responsables por mantener la obra en Cristo, así como los beneficiarios directos de su herencia.

En el antiguo pacto se daban las ofrendas y los diezmos como mecanismo de sustento para los que servían a Dios, ¿porqué? Porque es parte del diseño del Edén, dónde “el hombre labra y guarda el huerto”.

Debemos comprender que el tabernáculo es la representación del huerto del jardín en Edén. Y los árboles de justicia, ese plantío de Jehová, son los sacerdotes reales que hacen su parte, y consecuencialmente Dios les hace provisión de la suya.

En el nuevo pacto, que es el diseño original del Edén, los árboles de justicia se dan por completo y por la razón correcta, por amor. Sus frutos y hasta sus hojas son para la sanidad de las naciones. Y el que se da por amor no espera nada a cambio, más aún les asiste el derecho de su herencia. Hoy, los que sirven en la obra de Cristo, están totalmente habilitados para recibir lo necesario para su manutención y la extensión del Reino.

Los árboles de justicia en el nuevo pacto no se limitan a los pastores, profetas o maestros, sino también a todos los que bajo el sol hacen la voluntad del Padre, y ellos están llamados a sostener la obra del ministerio, que es la que sirve de edificación a los hijos del Reino.

El libro de los Hechos dice en 4:34-35: “Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido,

35 y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.”

Este testimonio habla de la comprensión que tenía la iglesia de ese entonces al verse como árboles de justicia.

Si eres árbol de justicia, plantío de Jehová, entonces sabes lo que debes hacer, para dar, ya no te mueve una ley, sino el amor. Y el que ama, todo lo da.

Romanos 2:6 dice: “El cual pagará a cada uno conforme a sus obras”. Pablo está hablando en un contexto muy diferente, en el de aquellos que obran con injusticia, quienes recibirán la justa retribución por sus malos actos.

En este contexto si hay pago por obras, pero el pago será conforme a la injusticia que se cometa.

No Temas en ser sustento de la obra del Reino, esa es la naturaleza del árbol, estarás operando en la gracia de Dios, y Él hará provisión a los que mantienen su obra, amén.

 

 

 

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