Batalla Cultural

Con el amor como estandarte, los hombres y mujeres del Reino estamos listos para librar la batalla cultural que nos aguarda...

     Desde el amanecer de la historia, la humanidad ha estado en una lucha constante de ideas. Las civilizaciones han sido moldeadas por los pensamientos que adoptan, y los imperios han caído cuando esas ideas se corrompen. La batalla cultural no es simplemente una disputa filosófica; es la guerra por el alma de una nación, la pugna entre la libertad y la opresión, entre la acción y la espera, entre el Reino y la religión.

Hoy, en Argentina, vemos un reflejo de esta contienda en la esfera política y social. Por décadas, el pensamiento socialista y colectivista ha dominado las políticas de convivencia de la nación, pintando una visión de dependencia sesgada al Estado, de esperanzas futuras y de una falsa seguridad prometida. Pero algo ha comenzado a cambiar. Las ideas de libertad han comenzado a resurgir, cuestionando las estructuras, desafiando lo establecido, y llevando consigo una transformación cultural que no puede ignorarse.

Argentina ha sido, por mucho tiempo, un ejemplo de cómo las ideas moldean una nación. El socialismo y el colectivismo han mantenido un fuerte dominio, construyendo una sociedad donde el gobierno es visto como el gran proveedor, donde la gente espera soluciones mesiánicas, y donde el sacrificio individual se diluye en un supuesto «bien común».

Sin embargo, en los últimos años, hemos presenciado el despertar de un pensamiento nuevo (pero en realidad antiguo): la defensa de la libertad, la responsabilidad de los individuos, y el reconocimiento de que el poder reside en la acción, no en la espera. La voz libertaria ha comenzado a ganar terreno, promoviendo la idea de que la salvación de una nación no está en las promesas del Estado, sino en la determinación de sus ciudadanos.

Este enfrentamiento no solo ocurre en el ámbito político. Es el reflejo de una batalla mucho mayor, una batalla que se libra dentro de la Iglesia.

Así como sociedades enteras hna sido moldeadas por la expectativa de un futuro incierto, la Iglesia también ha sido influenciada por una visión de tipo colectivista. Durante los últimos 200 años, se ha enseñado un evangelio de espera:

– Cristo viene (Algún día).

– Hay esperanza (mientras aguardamos).

– Espera las promesas (Están por cumplirse).

– Nos vamos para el cielo (Este mundo no es importante).

– Predica el evangelio de la salvación (Ser rescatado de la muerte, sin gobernar).

– Ovejas de un Pastor (Dependencia con propósito limitado)

– Somos una religión (Un apéndice de los estados)

– Somos la novia, esperando una boda (Aún no tenemos autoridad).

– Seremos raptados para ser rescatados (Huida en lugar de conquista).

– Lo mejor de Dios está por venir (Aún esperamos lo mejor).

Esta visión escapista de irse al cielo genera creyentes débiles, temerosos y dependientes de las autoridades religiosas, y no ejercen autoridad en la Tierra.

Este pensamiento ha sumergido a muchos en una postura pasiva, esperando que algo extraordinario suceda sin darse cuenta de que TODO YA HA SIDO CONSUMADO.

La libertad no es solo un concepto político, sino una verdad espiritual. Jesucristo no vino para que seamos esclavos del sistema, sino para darnos vida en abundancia (Juan 10:10).

Pero hay otra visión. La Iglesia del Reino no espera; actúa. No deposita su esperanza en un mañana desconocido, sino en el cumplimiento presente de las promesas de Dios:

– Cristo vino hace más de 2000 años y está con nosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28:20).

– En Cristo estamos completos, la idea de esperanza pierde su enfoque idílico.

– No esperamos promesas, estamos viviendo en el tiempo de su cumplimiento (2 Corintios 1:20).

– No vamos al cielo, no podemos ir donde ya estamos; sentados en lugares celestiales con Cristo (Efesios 2:6).

– Predicamos el evangelio del Reino, no solo el de la salvación (Mateo 24:14).

– Somos el Real Sacerdocio, leones que gobiernan su heredad (1 Pedro 2:9).

– No somos religión, somos el gobierno del Reino de los Cielos en la tierra. Un cuerpo con estructura política de alcance espiritual que afecta lo natural (Daniel 7:27).

– No somos la novia esperando una boda, somos la esposa con autoridad y poder (Apocalipsis 19:7-8).

– No podemos ser raptados ni rescatados, Cristo venció al que tenía el imperio de la muerte, y somos más que vencedores en Él (Romanos 8:37).

– Lo mejor de Dios ya vino: Cristo es lo mejor de Dios (Juan 3:16).

Esta es la verdadera batalla cultural dentro de la Iglesia. No es una lucha entre denominaciones, no es una guerra de ideologías teológicas. Es un llamado a la acción, a la transformación del pensamiento, a entender que el Reino es presente, que la autoridad ha sido dada, que el mundo no es para escaparse de el, sino para extender el Reino de nuestro Señor en esta tierra.

Jesús no nos dejó una Iglesia en espera. Nos dejó un gobierno. Nos entregó las llaves del Reino (Mateo 16:19), nos dio autoridad sobre las naciones (Apocalipsis 2:26), nos hizo reyes y sacerdotes (Apocalipsis 5:10).

La batalla cultural no se gana con palabras esperanzadoras fuera de tiempo, sino cumpliendo toda justicia (Mt 3:15). Es tiempo de despertar, de sacudirnos la mentalidad de espera y de asumir la responsabilidad de establecer el Reino aquí y ahora. Argentina está experimentando un despertar libertario porque un grupo de personas se atrevió a desafiar las estructuras. La Iglesia esta en marcha de lo mismo. Debe reconocer que no estamos esperando al Rey; el Rey ya está reinando, y nos ha llamado a gobernar con Él.

Esta es la hora. Esta es la batalla cultural del Reino. Estamos en el tiempo de extenderlo por toda la Tierra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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