5 Caras de Una Moneda

¿A cuáles de ellas les das crédito con tu vida?

     Todos los seres humanos desarrollan carácter. Pero no todos lo forman en la verdad. El carácter es como una cara que se muestra en lo que decimos, en cómo reaccionamos, en lo que creemos y en cómo determinamos. Hay hombres que viven perdidos, otros que viven esperando, otros que se hunden, otros que manipulan, y otros que viven por la verdad. Esta enseñanza no es para conocer, es para confrontar.

Porque el Reino no se manifiesta en emociones, ni en doctrinas bonitas, sino en hombres que han sido transformados por la verdad, influenciando sus territorios con la obediencia aprendida que manifiesta el amor.

Vamos a ver cinco caras diferentes, cuatro formas en que el hombre sin Cristo se mueve, y una sola forma en que el hombre en Cristo vive. Cada una de estas caras tiene síntomas, raíces, y consecuencias. Pero solo una cara tiene fruto: la del que vive por la verdad.

 

 

Primera cara:

El perdido

El que está perdido en las nubes…

Este es el que vive en fantasías, en su mundo paralelo, es su propia fábrica de experiencias espirituales. Habla bonito, canta fuerte, repite frases que suenan bien, pero no tiene dirección. Está lleno de visiones, pero no sabe caminar en ellas. En un momento está muy bien, y a la media hora está muy mal. Está lleno de revelaciones de “Dios me dijo”, pero no tiene fruto. Vive en las nubes, porque no pisa la tierra. Es como el que dice “Señor, Señor”, pero no hace la voluntad del Padre.

Jesús lo dijo claro en Mateo 7:21: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”

Este tipo de persona confunde inspiración personal con obediencia. Cree que porque siente algo bonito, ya está activado. Pero no ha sido enviado, no ha sido formado, no ha sido crucificado. Vive en las nubes del reino de su parecer, pero no gobierna en la tierra.

Este carácter es peligroso porque parece espiritual, pero no transforma nada. Habla del Reino, pero no lo encarna. Sueña, pero no confronta. Tiene visiones, pero no tiene dirección. Y el Reino no se manifiesta en sueños sin obediencia. Se manifiesta con hombres que pisan la tierra para poseerla en verdad.

 

 

Segunda Cara:

El hundido

El que se hunde en sus expectativas

Este es el que vive esperando. Espera que Dios haga algo. Espera que alguien lo levante. Espera que el tiempo cambie. Espera el tiempo perfecto de Dios y usa esa frase como amuleto. Espera que el pastor lo llame. Espera que el profeta lo confirme. Vive esperando, pero no activa nada. No tiene iniciativa. Tiene fe, pero es una fe pasiva con olor a muerte . Tiene esperanza, pero con efecto de anestesia.

La Biblia dice en Santiago 2:17: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.”

Este tipo de persona tiene fe, pero no tiene obras. Es decir, su fe es fingida. Tiene promesas, pero no tiene obediencia para caminar sobre ellas. Tiene palabras, pero no da pasos que las honran. Está hundido en expectativas, y esas expectativas se convierten en excusas. Dice: “Dios tiene todo bajo control”, “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, “Cristo viene pronto”, pero nunca activa lo que ya sabe. Sostiene un evangelio que nunca experimenta, porque nunca hizo que esas expectativas aterrizarán en realidades espirituales que transformaran su entorno.

Este carácter es común en congregaciones que enseñan que todo depende de Dios. Pero el Reino no se manifiesta en espera, sino en obediencia activa. El que vive esperando sin caminar, se hunde sin avanzar. Y el que se hunde, no puede levantar a nadie.

 

 

Tercera cara:

El deprimido

El que está deprimido por la realidad

Este es el que ha sido vencido por lo que ve. Ve la pobreza, ve la corrupción, ve la enfermedad, ve la injusticia… y se rinde. Dice “esto no tiene solución”, “el país está perdido”, “la iglesia está vencida por el mundo”, “la gente no cambia”. Vive deprimido por lo que ve, porque no tiene revelación de su llamado a ser competente y de lo que Dios quiere hacer.

La Biblia dice en 2 Corintios 5:7: “Porque por fe andamos, no por vista.”

Este tipo de persona anda por vista. Lo que ve lo define. Lo que siente lo domina. Lo que escucha lo paraliza. Ha sido domesticado por las estadísticas. Cree más en las noticias que en La Palabra. Cree más en los síntomas de una enfermedad que en la promesa cumplida del Rey. Cree más en la realidad que en la verdad, porque no tiene revelación de ella.

Este carácter es triste, porque muchas veces fue alguien que tuvo fe, pero se rindió. Fue alguien que creyó, pero se cansó. Fue alguien que soñó, pero se frustró. Y ahora vive deprimido, sin visión, sin fuerza, sin activación. Son esos que van a la congregación por inercia, pero ya no buscan transformación. Porque el Reino no se manifiesta en los que se rinden, sino en los que vencen, en los que arrebatan, en los que viven como resucitados.

 

 

Cuarta cara:

El manipulador

El que manipula la verdad para sobrevivir

Este es el más peligroso. No está perdido, no está esperando, no está deprimido. Pero está activo. Está enseñando. Está liderando. Y aún así, no vive por la verdad: la usa para sobrevivir, para su beneficio. Usa versículos como escudos. Usa doctrinas como excusas. Usa revelaciones como espectáculo. No ha sido crucificado, pero sabe hablar como si lo fuera.

La Biblia lo describe en 2 Timoteo 3:5: “Tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella. A éstos evita.”

Este tipo de persona tiene apariencia, parece maduro, parece espiritual, parece activado. Pero no tiene fruto. No tiene gobierno. No tiene obediencia. Solo tiene estrategias para mantenerse en el sistema religioso. Es funcional, pero no es fiel. Es astuto, pero no es verdadero.

Este carácter domina a los primeros tres. Domina al que está en las nubes, porque lo adula con frases bonitas. Domina al que está esperando, porque le da más promesas sin activación que sustituyan sus frustraciones. Domina al que está deprimido, porque le da consuelo sin confrontación. Es un sobreviviente del sistema religioso, pero no es un hijo del Reino.

Jesús los confrontó en Mateo 23:27: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.”

Este tipo de persona es un sepulcro blanqueado. Habla bonito, pero está muerto. Enseña bien, pero no vive lo que dice. Tiene seguidores, pero no tiene fruto. Y el Reino no se manifiesta en manipuladores, sino en hombres y mujeres crucificados.

 

 

Quinta cara:

El verdadero

El que vive por la verdad

Este es el hombre en Cristo. No vive por emociones, ni por expectativas, ni por realidades, ni por manipulación. Vive por la verdad. Ha sido crucificado con Cristo. Ha sido transformado por La Palabra. Ha sido activado por el Espíritu. No negocia su llamado. No se adapta al sistema. No busca sobrevivir: busca manifestar con su vida la vida de Cristo.

La Biblia lo describe en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

Este tipo de persona ya no vive para sí. Vive para el Reino. Vive para la verdad. Vive para confrontar, para activar, para transformar. No se rinde, no espera, no manipula. Se levanta, se entrega, se activa, sirve y se sacrifica. Su carácter no es emocional, ni doctrinal, ni estratégico. Su carácter es crucificado.

Jesús dijo en Juan 8:32: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”

Este hombre ha sido liberado por la verdad. Y ahora libera a otros. No con frases bonitas, sino con obediencia. No con doctrinas, sino con fruto. No con estrategias, sino con gobierno. Vive por la verdad, y por eso es territorio del Reino.

Este carácter es el que el Reino busca. No busca soñadores, ni víctimas, ni sobrevivientes. Busca hijos que vivan por la verdad. Que activen territorios. Que confronten doctrinas. Que transformen realidades. Que no se adapten, sino que gobiernen. Que no tienen esperanzas, ni viven esperando promesas, porque saben por revelación que la esperanza y la promesa habito y caminó entre los hombres hace más de dos mil años.

Viven por la verdad de estar completos en Cristo…

 

 

Conclusión

Las cinco caras del carácter muestran cinco caminos. Cuatro de ellos son caminos sin fruto. Uno solo es camino de activación. El que está en las nubes necesita dirección. El que está esperando necesita obediencia. El que está deprimido necesita revelación. El que manipula necesita crucifixión. Y el que vive por la verdad vive para extenderse, vive para dar fruto y multiplicarse, vive para llenar y sojuzgar, vive para señorear.

Esta enseñanza no es para juzgar, es para activar. Porque todos hemos o estamos pasado por alguna o varias de estas caras. Pero el Reino no se manifiesta en los que se quedan en ellas, sino en los que son transformados por la verdad. Hoy es el día de dejar la nube, la espera, la depresión y la manipulación… y vivir por la verdad.

Muchos creen que llevar la cruz cada día es el objetivo final: una decoración que los hace salvos, una insignia que evidencia su fe. Pero quien la lleva sin morir crucificado en ella cada día, es un vil traidor del Reino. Y el destino de los traidores es el destierro.

Bendiciones a todos…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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