Dia de Independencia

Nos declaramos independientes del sistema del mundo y sus religiones. Nos declaramos dependientes del Reino de los Cielos y su Señor.

Queridos ciudadanos del Reino, hijos de la luz, herederos de una promesa que hoy se cumple ante nuestros ojos:

Hoy no celebramos una independencia simbólica. Hoy proclamamos una independencia real. No de una corona terrenal, ni de un imperio humano, sino de los sistemas que por siglos han intentado domesticar el Reino de los Cielos. Hoy, en esta tierra, en este tiempo, decidimos no seguir siendo súbditos de doctrinas torcidas, ni esclavos de gobiernos que se erigen como dioses. Hoy decidimos ser libres. Libres en Cristo. Libres para extender el Reino. Libres para gobernar con justicia, verdad y propósito.

Durante generaciones, nos enseñaron que el Reino era un lugar lejano, una utopía futura, una recompensa post mortem. Nos dijeron que debíamos esperar, resignarnos, sobrevivir. Que la tierra era del maligno, que el mundo estaba perdido, que nuestra única esperanza era escapar. Pero hoy, como nación espiritual, como pueblo profético de reyes y sacerdotes decimos: ¡No más! El Reino no es una evasión. El Reino es una invasión. Y esa invasión comienza en nosotros.

Así como el gobierno de una nación decidió aplicar exitosamente su propio modelo para librar a esa nación de la delincuencia organizada, nosotros decidimos aplicar el modelo del Reino. No es copia de nadie. No es una receta internacional. No es una doctrina importada. Es un diseño eterno, revelado por el Espíritu, confirmado por la Palabra, activado por los hijos. Y ese modelo, aunque incomprendido por los religiosos y criticado por los poderes humanos, está funcionando. Porque no depende de hombres, sino de Dios.

Nos dijeron que la religión era necesaria para mantener el orden. Que los templos eran el centro del Reino. Que los altares eran el único lugar de encuentro con Dios. Pero cuando decidimos romper con esa estructura, cuando decidimos salir de los templos y caminar con nuevos ojos por nuestras casas, por las calles, por las plazas, por las escuelas, por los mercados, todo cambió. El Reino comenzó a manifestarse. No como una doctrina, sino como una cultura. No como una liturgia, sino como una vida testimonial.

La verdadera independencia comienza cuando dejamos de depender de los sistemas humanos para validar lo espiritual. Cuando dejamos de pedir permiso a los gobiernos para predicar justicia. Cuando dejamos de negociar con la religión para activar propósito. Cuando dejamos de temer al juicio de los hombres y comenzamos a vivir bajo el juicio del Espíritu.

Durante años, aplicamos manuales teológicos, estructuras denominacionales, jerarquías eclesiásticas, paternidades ministeriales. Y todo fracasó. Se nos dijo que la pobreza era parte del proceso. Que la enfermedad era una prueba. Que el sufrimiento era necesario. Que el Reino era para después. Pero cuando decidimos aplicar nuestra propia receta —la receta del Reino— todo cambió. Lo que hoy vivimos no es una copia. Es una manifestación. Es el fruto de una decisión. Es el resultado de una activación.

Y aunque muchos no lo entiendan, aunque otros lo critiquen, aunque algunos lo combatan, el Reino está avanzando. Porque no depende de popularidad, sino de obediencia aprendida. Porque no se mide en likes, en templos repletos de personas, sino en frutos. Porque no se sostiene por estructuras humanas, sino por la vida del Espíritu.

La confianza que hoy tenemos no es producto de armas, sino de identidad. La paz en el propósito que hoy vivimos no es producto de tratados, sino de transformación. La autoridad que hoy ejercemos no es producto de cargos, sino de carácter. Porque el Reino no se impone, se encarna. Y cuando se encarna, transforma todo lo que toca.

Pero no basta con haber iniciado. No basta con haber despertado. No basta con haber confrontado. Ahora debemos formar. Formar a las nuevas generaciones. Formar a los niños, a los jóvenes, a los líderes emergentes. Formarlos no para repetir doctrinas, sino para discernir verdades. No para memorizar versículos, sino para encarnar principios sacrificiales. No para asistir a cultos, sino para gobernar territorios.

Formar es la tarea más estratégica del Reino. Porque lo que no se forma, se deforma. Y lo que no se activa, se apaga. Por eso, hoy declaramos que la educación del Reino será la columna vertebral de esta nueva etapa. No una educación religiosa, sino una educación profética. No una educación dogmática, sino una educación estratégica. Una educación que conecte ciencia con fe, historia con propósito, geografía con gobierno, cuerpo con espíritu.

Porque formar adultos sin valores es es cuesta arriba. Pero formar niños con visión es inevitable. Y si trabajamos con los jóvenes, garantizaremos que lo que pasó con éste adormecimiento que hoy sufre el propósito divino por causa de la iglesia religiosa no vuelva a ocurrir. Que la manipulación no vuelva a tener lugar. Que la religión no vuelva a paralizar. Que los gobiernos humanos no vuelvan a esclavizar.

Muchos contenidos que hoy se enseñan fueron impuestos desde afuera. Desde agendas ideológicas, desde intereses políticos, desde estructuras religiosas. Pero nosotros decidimos corregir. Decidimos eliminar esas influencias. Decidimos restaurar el diseño original. Porque no queremos una generación domesticada, sino una generación activada. No queremos jóvenes obedientes, sino jóvenes gobernantes. No queremos discípulos sumisos, sino hijos maduros.

Y a ustedes, nuevas generaciones, les digo: ustedes son los responsables de que el Reino nunca más vuelva a ser una teoría y menos una promesa futura. Ustedes son los encargados de que el Reino se extienda en cada calle, en cada escuela, en cada empresa, en cada familia. Ustedes son los que deben confrontar las doctrinas torcidas, las enseñanzas manipuladas, los sistemas corruptos. Ustedes son los que deben encarnar la verdad, activar la justicia, manifestar la gloria.

No esperen a ser reconocidos. No esperen a ser ordenados. No esperen a ser aprobados. Ya fueron llamados. Ya fueron ungidos. Ya fueron enviados, porque desde el principio fuimos escogidos. Y si el mundo no los reconoce, que el cielo los respalde. Porque el Reino no necesita aplausos, necesita frutos. No necesita fama, necesita impacto. No necesita títulos, necesita testimonio.

Hoy, como nación espiritual, como pueblo profético, como generación del Reino, declaramos nuestra independencia de la religión. No de una nación, sino de una mentalidad. No de un gobiernonhumano, sino de una cultura corrosiva. No de una religión, sino de una distorsión. Y esa independencia no se celebra una vez al año. Se vive cada día cargando la cruz. Se activa en cada decisión. Se manifiesta en cada territorio.

Porque el Reino no es una promesa futura. Es una realidad presente. Y esa realidad comienza en nosotros. En nuestra forma de pensar, de hablar, de actuar. En nuestra forma de educar, de gobernar, de servir. En nuestra forma de amar, de confrontar, de restaurar.

Nosotros decidimos ser Reino de verdad. Y aunque el camino sea difícil, aunque la oposición sea fuerte, aunque la crítica sea constante, y aunque nos lleven 200 años de ventaja doctrinal, no retrocederemos. Porque no estamos solos. Porque no dependemos de hombres. Porque no buscamos aprobación. Porque no negociamos propósitos.

Hoy, el Reino se extiende. Hoy, la religión se desmantela. Hoy, los gobiernos humanos se confrontan. Hoy, las nuevas generaciones se forman. Hoy, la tierra se llena del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren el mar.

Y si alguien pregunta qué modelo estamos aplicando, respondamos con firmeza: el modelo del Reino. Hecho por Dios. Activado por hijos. Manifestado en la tierra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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