Volvamos al futuro: El Reino

El Doc no espera a Marty para huir del pasado… lo espera en el DeLorean para acelerar hacia el futuro que Cristo ya redimió. El reloj no marca la hora del juicio, marca el tiempo de un Reino lleno de gloria que ya comenzó...

     La iglesia cristiana contemporánea, en muchas de sus expresiones institucionales, ha dejado de ser cuerpo vivo para convertirse en maquinaria doctrinal. Lo que nació como movimiento del Espíritu se ha transformado en un sistema sutil de control, tanto de hombres como de gobiernos, bajo el argumento de proteger al creyente. Los dogmas de hombres reemplazaron la voz del Espíritu, y los púlpitos se convirtieron en tronos desde donde se administra obediencia a cambio de bendiciones y de esa tan anhelada “nueva temporada” que promete el favor de Dios.

Como todo imperio, este sistema religioso que apunta al cielo está destinado a la ruina. No por persecución externa, sino por necrosis interna. El cuerpo se ha inflamado de estructuras y ha perdido circulación espiritual. Se predica “Cristo viene pronto”, pero se ignora la redención que manifiesta el real sacerdocio. Se canta al cielo, pero se desprecia la tierra. Se espera un Cristo que regrese, pero se ignora al Espíritu que ya habita entre nosotros.

El imperio religioso no está cayendo por falta de creyentes, sino por exceso de expectativas incumplidas, que con el paso del tiempo se irán profundizando, hasta que la religión pierda por completo su capacidad de dar respuestas al creyente.

No te confundas: no estoy hablando de la iglesia que se fundamenta en el Ministerio del Espíritu, sino de aquella que sustituyó paulatinamente ese ministerio por la religión.

Como en todo cuerpo enfermo, hay síntomas que revelan el colapso inminente:

– Se repiten versículos como fórmulas mágicas, como amuletos de protección, pero sin proceso vivencial.

– Se enseña obediencia como sumisión, no como activación del modelo aprendido.

– Se predica santidad como aislamiento, no como transformación del entorno.

– Se condena al que cuestiona; se hace callar al que piensa.

– Se protege la estructura, aunque se pierda un alma.

– Se idolatra la tradición, aunque el Espíritu ya se haya ido.

– Se canta, se ora, se predica… pero no se transforma.

– Se celebra la forma, pero se descuida el fondo.

– Se repite el rito, pero no se vive el Reino.

– Se confronta, pero desde la comodidad, no desde la responsabilidad.

“Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí.” Mateo 15:8

Antes de que existiera la iglesia como institución, existía el Ministerio del Espíritu. No tenía templos, pero tenía fuego. No tenía jerarquías, pero tenía poder. No tenía dogmas, pero tenía verdad. Era un movimiento que rugía en las calles, sanaba en las casas y confrontaba en las plazas.

Ese ministerio no dependía de estructuras humanas, sino de la comunión directa entre los hombres y el Espíritu. Era el Reino en movimiento durante el primer siglo después de Cristo, que empezó paulatinamente a deformarse en el imperio religioso plantado en los tiempos de Constantino.

Donde el Espíritu gobierna, no hay necesidad de dogmas que lo sustituyan.

Pareciera que se avecina una nueva reforma, pero en realidad es un “volver al futuro del Génesis” que se anunció en el principio. Como la famosa película de los años 80 protagonizada por Michael J. Fox.

En esta película, el protagonista se montaba en un carro capaz de viajar en el tiempo, iba al pasado para enmendar un error y producía así cambios en el futuro. En nuestro caso, nosotros no viajamos: lo hizo Jesucristo, que desde la eternidad nos devolvió el acceso al Génesis, al jardín, al huerto, hasta nuestro presente, gracias a su obediencia aprendida y su sacrificio en la cruz.

Este volver al futuro del Génesis no alza la mirada buscando evasión, sino invocación. No escapa del mundo: lo redime. Mira hacia arriba no para huir, sino para abrir los depósitos celestiales del nuevo pacto, donde las bendiciones espirituales ya nos han sido otorgadas. Así, el cielo no se espera: se extiende en la tierra. No como utopía distante, sino como la realidad encarnada de la promesa cumplida.

No vivimos en la espera de las promesas: vivimos en el tiempo del cumplimiento de ellas.

El volver al futuro del Génesis está en pleno cumplimiento. No consiste en cambiar pastores por apóstoles, ni templos por espectáculos. Consiste en desmantelar el imperio religioso y activar el Reino a través del Ministerio del Espíritu. Es dejar de mirar al cielo como evasión y comenzar a mirarlo como modelo de manifestación en la tierra.

No se trata de esperar que Cristo regrese para arreglarlo todo. Se trata de reconocer que el Espíritu ya fue enviado para que la Esposa del Cordero opere con la autoridad que transforma y llena la tierra. Este Génesis que volvió al futuro no es teología: es obra con aroma eterno. No es institucional: es encarnacional.

«Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” Mateo 6:10

¿Qué implica este volver al futuro del Génesis inicial?

– Desobedecer el dogma muerto para obedecer la voz viva del Espíritu.

– Desmantelar estructuras que impiden el fluir para activar comunidades de reyes.

– Dejar de esperar salvación futura para encarnar la redención presente.

Una iglesia que espera ser arrebatada mientras el mundo arde, ya fue arrebatada… pero de su propósito, de su compasión y de su llamado a encarnar el Reino.

El que espera ser arrebatado para no “caer con el mundo”, ya ha sido arrebatado… por la comodidad, el dogma y el miedo disfrazado de santidad.

El Génesis que volvió al futuro ya comenzó. No en los concilios ni en las denominaciones: lo hizo en los corazones. No en los púlpitos, sino en las calles, en las casas. El Espíritu está rugiendo en los marginados, en los creativos, en los que fueron expulsados por pensar diferente, en los que se atrevieron a cuestionar. Está activando una generación que no busca títulos, sino cumplir propósitos. Que no busca subir al cielo, sino extenderlo en la tierra.

“Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder.”1 Corintios 4:20

¿Seguiremos construyendo imperios personales o activaremos el Reino?

Esta enseñanza no es una crítica teológica: es una urgencia profética. El tiempo del imperio religioso terminó y es necesario enterrarlo. El Espíritu no está esperando que lo invoquen en templos: está buscando cuerpos con mentes y corazones disponibles. El Reino no necesita defensores doctrinales: necesita testigos vivenciales.

El que defiende la doctrina pero ignora al Espíritu, ya ha traicionado al Reino.

«El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres…” Lucas 4:18

Imagina una comunidad donde los niños aprenden a discernir, los adultos a sanar, los líderes a servir y los excluidos a ser restaurados. Donde cada enseñanza es semilla, cada reunión es activación y cada proyecto es extensión del cielo en la tierra.

Ese no es un sueño utópico: es el diseño original. Es el Ministerio del Espíritu rugiendo otra vez. Un Ministerio del Espíritu que hace cosas nuevas tocándolas con su luz.

El Reino no se predica: se encarna. El Espíritu no se administra: se vive.

 

Bendiciones a todos…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Enseñanzas Recientes

También puede leer algunas de nuestras otras enseñanzas.

Contacto

Ministerios de La Gracia – Todos los Derechos Reservados.