Imagina que estás en un concierto. ¡Tu banda favorita está tocando en vivo! ¿Qué harías? ¿Grabarías la canción con tu celular viejo, con el sonido que sale borroso y con ruidos de la gente alrededor? ¿O te pondrías tus audífonos para escuchar la música directo de la consola de sonido, donde cada instrumento se escucha perfecto y la voz del cantante es clara?
Seguro que elegirías escucharla bien, ¿verdad? Quieres la canción original, tal como la crearon. No quieres una copia barata que suena mal y te arruina la experiencia.
Pues así pasa con nuestra fe y con cómo tratamos a las personas. Hoy en día, hay mucha información por todos lados. Es fácil caer en la trampa de escuchar lo que “alguien dijo que dijo otro”. Y antes de darnos cuenta, estamos creyendo y diciendo cosas que no son ciertas.
Esto es muy peligroso, sobre todo cuando hablamos de la Palabra de Dios y de cómo vemos a la gente. Así como una canción mal copiada te puede dañar el oído, escuchar y creer lo que otros dicen, en lugar de ir directo a la fuente, puede hacer que no entendamos bien lo que Dios quiere decir y también puede dañar la imagen de las personas que debemos amar y respetar.
Piensa en esto: ¿Te imaginas a una orquesta donde cada músico aprendió la canción de una manera diferente? Uno la escuchó por un rumor, otro de un amigo que no se acordaba bien, y otro de una grabación muy vieja. Cuando intentan tocar juntos, ¡suena horrible! No hay orden, no hay belleza, solo un montón de ruido que no se parece en nada a la canción que se supone que deben tocar.
Así son las cosas cuando nos guiamos por “segundas fuentes”. Si creemos lo que otros dicen sobre Dios, sobre la Biblia o sobre alguien más, sin ir a la fuente original, estamos creando un desorden en nuestra mente y en nuestra comunidad.
Las ideas equivocadas o las enseñanzas que se desvían casi nunca nacen de gente mala. Muchas veces, son como ese “teléfono dañado”. Alguien entiende un versículo de la Biblia de una forma, se lo cuenta a otro, y este lo entiende un poquito diferente y lo vuelve a contar, y así sigue. Con cada vez que se cuenta, la verdad original se va perdiendo, se cambia, hasta que lo que se cree está muy lejos de lo que Dios realmente dijo.
La Biblia nos advierte que no nos desviemos de la verdad. En 2 Pedro 3:16, la Biblia dice que la gente sin conocimiento o inestable puede torcer las Escrituras, y eso les trae problemas.
Esto no es algo nuevo. Desde el principio de la iglesia, ha habido gente que entendía mal las escrituras o metía ideas raras. Por ejemplo, en Gálatas 1:6-7, la Biblia dice que Pablo se asombró de que algunos se alejaran de lo que él les había enseñado, buscando “otro evangelio” que en realidad no existía. ¿Cómo sabes que el evangelio en el que crees esta correcto si no lo cuestionas y lo pesas a la luz del propósito divino? ¿Realmente conoces cuál es el propósito divino?.
Para no caer en esos errores, siempre debemos volver a la fuente original: la Palabra de Dios. No podemos depender de lo que alguien más nos dijo que dice la Biblia. Tenemos que leerla nosotros mismos, estudiarla, pensar en ella y pedirle a Dios que nos ayude a entenderla.
El daño de las segundas fuentes no solo afecta lo que creemos de Dios. También daña mucho nuestras relaciones con los demás. Imagínate otra vez la orquesta. No solo la música suena mal, sino que cada músico tiene una opinión diferente sobre el director. Uno oyó que es muy orgulloso, otro que no sabe dirigir, y otro que tiene sus favoritos. Cuando el director sube al escenario, los músicos no lo ven como realmente es, sino a través de lo que oyeron. Sus acciones son juzgadas, sus intenciones puestas en duda, y la relación se daña antes de que empiece la música.
Así pasa cuando escuchamos y contamos cosas que nos dijeron de otras personas. Un rumor, una opinión sin confirmar, un chisme, pueden dañar la buena imagen de alguien de forma que es difícil de arreglar. Cuando oímos algo malo de alguien y lo creemos sin ir a hablar con la fuente original (la persona misma) para preguntar o aclarar, estamos actuando como los músicos desafinados que juzgan al director por rumores.
La Biblia nos enseña que debemos decir la verdad y que es muy peligroso hablar mal de la gente. Proverbios 10:18 dice: “El que encubre el odio tiene labios mentirosos; y el que propaga calumnia es necio.” Y Proverbios 11:13 añade: “El que anda en chismes descubre el secreto; mas el de espíritu leal lo guarda.”
Piensa en el dolor que siente una persona cuando sabe que su fama ha sido dañada por chismes. Es como un golpe que causa mucho dolor y hace que la persona se sienta sola. Si no estamos dispuestos a ir directamente a la persona para escuchar su lado de la historia, o para hablar con ella con amor y verdad si es necesario, entonces estamos ayudando a destruirla. Es como si le estuviéramos metiendo más ruido a la orquesta desafinada, empeorando las cosas en vez de buscar la armonía.
En nuestra historia de la música, la fuente original es la partitura que escribió el compositor, la grabación perfecta que tiene cada detalle de la música. Es el modelo para todo lo demás.
En nuestra vida, la fuente original para saber la verdad de Dios son las escrituras. Y la fuente original para entender a una persona es la persona misma.
Para no creer cosas equivocadas, no debemos acudir a los atajos. Debemos meternos de lleno en la Palabra de Dios. 2 Timoteo 3:16-17 nos dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para corregir, para arreglar errores, para educar en la justicia, para que el hombre de Dios sea completo y esté preparado para hacer toda clase de bien.”
La Biblia es como nuestra brújula, nuestro mapa, nuestra guía. Cuando nos topamos con una idea o una enseñanza, la pregunta no debe ser: “¿Qué dice mi pastor, mi amigo o ese libro famoso?” La pregunta debe ser: “¿Qué dice la Biblia?”
Estudiar la Biblia requiere esfuerzo. No es solo leerla por encima. Significa:
* Leerla seguido: Que la lectura de la Biblia sea algo de todos los días.
* Estudiarla bien: Usar herramientas como diccionarios de la Biblia o libros que explican lo que significan las palabras (pero siempre sabiendo que la Biblia es la última palabra) para entender de qué se habla, qué significan las palabras y qué quiso decir el que la escribió.
* No sacar de contexto: Evitar caer ingenuamente en el error de sacar de contexto las escrituras. No te confíes, es sumamente fácil caer en este error y más aún cuando queremos defender las estructuras y tradiciones que hemos adoptados en nuestras vidas.
* Orar: Pedirle al Espíritu Santo, que fue quien inspiró la Escritura, que nos dé sabiduría para entender. Juan 16:13 nos dice: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad.”
* Vivirla: No solo saber la verdad, sino ponerla en práctica en nuestra vida.
Al hacer esto, nos protegemos de las “malas copias” de la enseñanza. Desarrollamos una forma de entender las cosas de Dios que nos ayuda a saber qué viene de Él y qué no. Nuestra “orquesta” interna se afinará con la música de Dios, y eso hará que nuestra vida lo honre.
Así como volvemos a la Biblia para saber la verdad de Dios, debemos volver a la persona para saber la verdad sobre ella. Si escuchamos algo malo de alguien, nuestra primera reacción no debería ser creerlo o contarlo. Debería ser: “¿Puedo ir a la fuente original?”
Esto significa:
* Cero chismes: Evitar hablar mal de otros cuando no están presentes. Efesios 4:29 nos dice: “Ninguna palabra dañina salga de su boca, sino sólo la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de impartir gracia a los oyentes.”
* Buscar la verdad: Si algo nos preocupa, acercarnos a la persona con amor y ganas de entender, no para acusar. Jesús nos enseñó cómo arreglar los problemas en Mateo 18:15: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.” Este consejo, aunque es para cuando alguien peca, también sirve para aclarar malos entendidos y rumores.
* Escuchar con paciencia: Dale a la persona la oportunidad de explicar lo suyo, de contarte su punto de vista. A veces, lo que se ha dicho o entendido mal es muy diferente de la realidad.
* Defender la verdad: Si sabemos que un chisme es falso, tenemos la responsabilidad de defender la buena fama de la persona y de corregir la información.
Al hacer esto, no solo estamos respetando a la persona, sino que también mostramos cómo es Cristo. Él nos llamó a amarnos unos a otros como Él nos amó. Y el amor no disfruta del chisme o de dañar la reputación de alguien. El amor busca la verdad, la paz y construir cosas buenas.
Aquí es donde se ve lo delicado del asunto. La forma en que tratamos la imagen de una persona al creer lo que otros dicen, sin buscar la verdad directa, es un reflejo de cómo podemos estar tratando la Palabra de Dios.
Si estamos dispuestos a creer un chisme de alguien sin comprobarlo, ¿no es posible que también estemos dispuestos a creer una explicación equivocada de la Biblia sin investigar bien?
Si no nos importa el daño que causamos a la fama de una persona al contar cosas sin confirmar, ¿no es posible que tampoco nos importe el daño que podemos causar a la iglesia o a la fe de otros al enseñar cosas que no son ciertas?
La Biblia es lo que Dios nos ha mostrado. Nos cuenta cómo es Él, qué quiere y qué planes tiene. Deshonrar Su Palabra al no buscar la verdad original es tan grave como deshonrar a una persona al no buscar la verdad sobre ella. Ambas cosas son falta de cuidado y falta de amor.
Santiago 1:22 nos desafía: “Pero sean hacedores de la palabra, y no solamente oidores, engañándose a ustedes mismos.” Ser “hacedores” de la palabra significa esforzarse por entenderla y ponerla en práctica, no solo escuchar lo que otros dicen sobre ella.
El peligro de las “segundas fuentes” es muy grande y puede causar mucho daño. Nos lleva a confusiones en lo que creemos y nos empuja a dañar a nuestros hermanos en Cristo.
Recuerda la historia de la orquesta que sonaba mal. ¿Queremos ser parte de un montón de ruido con chismes y enseñanzas torcidas? ¿O queremos ser parte de una orquesta que toca en armonía, basada en la verdad original de la Biblia, en el amor y la verdad en cómo nos relacionamos?
El mensaje es claro:
* Vuelve a la fuente original de la verdad de Dios: Lee, estudia y piensa en las Escrituras. Pídele a Dios que te guíe a toda la verdad. No te conformes con lo que otros dicen que dice la Biblia.
* Vuelve a la fuente original en tus relaciones: Si escuchas algo de alguien, ve a hablar con la persona. Busca la verdad, aclara los malentendidos, y si es necesario, habla con amor y humildad.
Al hacer esto, no solo protegeremos nuestra propia fe de desviaciones, sino que también ayudaremos a construir una comunidad de creyentes fuerte, basada en la verdad, el amor y el respeto mutuo. Estaremos honrando a Dios al honrar Su Palabra y al honrar la imagen de aquellos a quienes Él creó a Su semejanza.
¿Estás listo para afinar tu instrumento y unirte a la orquesta de la verdad original?